domingo, 4 de octubre de 2009

Confieso


Confieso que he sentido el miedo más terrible de mi vida.
El día siguiente al nacimiento de mi hija, hace exactamente 5 meses, me paseaba por los pasillos de la clínica, llorando, mientras albergaba un miedo que no conocía en mi corazón. Mi hija podía morir.
Confieso que ese miedo se hizo más grande aún cuando en el Hospital de Niños, mi bebita amanecía todos los día en estado muy grave. Confieso que me aterré cuando sonó el teléfono para anunciar lo irremediable. Confieso que la muerte me provocó una marejada de dolor y el vaivén de las olas aún me golpea contra la realidad. Confieso que el sentirme tan pequeña, tan insignificante le dio un vuelco a mi existencia. Confieso que me siento vulnerable y que todos los días intento buscar el sentido nuevamente. Confieso que la muerte me noqueó en un solo round y me dejó tendida en el suelo.
Confieso que quise morirme junto a ella. Confieso que pensé que mi ser no valía la pena. Confieso que después de todo este tiempo, empiezo a despertar de esta paliza.
Confieso que no sé todavía cómo voy a lograrlo, pero sé que me levantaré. Confieso que esto nunca hubiera sido posible sin el amor de Dios transmitido en los amigos que nos han tendido la mano.
Confieso que ya no quiero morir, por el contrario quiero vivir, para honrarte Raquel, para amarte y seguir confesando al mundo que sos lo mejor que ha llegado a mi vida.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ale, a pesar de todos los diversos sentimientos que trasmiten tus palabras, algo dejan muy claro siempre... Honras a todas las que somos mamás(incluyéndote), de la manera más pura, más intensa, más sincera, sencillamente es inevitable que no se entienda lo que verdaderamente es ser mamá.

Dios te ha dado una fortaleza y valentia impresionante y sin duda con cada empuje que te das a ti misma, día a día, honras a tu hija y le haces llegar tu amor, cada día más fuerte, más intenso, más especial, más de madre...