Cuando mi hija Raquel llegó a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital de Niños encontró una amiga. Se llama Pamela había viajado desde San Josecito de Uvita, al sur de país para librar una batalla con la muerte.
Nació a finales de abril de 2009, después de una estancia en el vientre de Beatriz, su madre, digamos, muy accidentada. En dos ocasiones, su papá Ronny, tuvo que salir corriendo con las dos hasta Pérez Zeledón, debido a intensas hemorragias que sufría Beatriz. Fue así como en una de esos viajes, ante la situación de salud de su mamá, Pamela nació con apenas 33 semanas.
Ese día Beatriz quedó internada en el Hospital Escalante Pradilla, casi desangrada, mientras que su papá, se trasladó con ella hasta el Hospital Nacional de Niños (HNN), en un viaje lleno de carencias y angustia. Por falta de un transporte adecuado, a Pamela la llevaron en una ambulancia privada, con pocas condiciones para mantener a un bebé recién nacido. Su papá, sostuvo el tanque de oxígeno que la mantenía con vida, durante los 150 kilómetros que duró el traslado. En el Alto de Ochomogo, Pamela parecía morir, pero seguía luchando.
Al llegar al HNN, la bebé ingresó grave a la UCI, tenía un claro subdesarrollo en sus intestinos. Los médicos daban pocas esperanzas de vida.
22 días después, llegamos nosotros con nuestra Raquel. En ese momento, Pamela había tolerado muy mal la leche materna, por lo que tuvo que ser sometida a 4 operaciones en su vientre, su sistema intestinal estaba tan "tierno"que los doctores le dijeron a sus padres, "no podemos hacer nada más por ella, sus intestinos son como mantequilla". Pamela mientras tanto continuaba valiente, respirando.
Durante la semana que estuvimos en la UCI, Beatriz y Ronny, nos abrazaron como grandes amigos, cobijaron nuestros corazones y nos mantuvieron en pie con la ayuda de Dios, todo para enfrentar lo que se nos venía encima. Les estaremos eternamente agradecidos.
Aquel 9 de mayo, la única persona que conozco, que se encontraba junto a nuestra hija al momento de morir, era Pamela, ahí en su incubadora a solo dos metros de Raquel.
Mi niña murió y Pamela siguió con su lucha, faltaban otras 4 operaciones y hasta 4 meses después de su ingreso Pamela volvió a Bahía Ballena.
La visitamos la semana pasada en su casa y aunque deben tener múltiples cuidados con su salud, la amiguita de Raquel, evoluciona muy bien. Un milagro de amor, un milagro de vida, un milagro de Dios.
Ernesto y yo la amamos mucho, para nosotros es como si fuera Raquel, su amiga, la única que estuvo allí cuando dio su último aliento.