viernes, 28 de agosto de 2009

Una historia de amor


Era un 2 de octubre cuando una luz se encendió en mi corazón. En mi vientre crecía la esperanza de una pareja que se juró amor un 15 de setiembre de 2006. Raquel había sido fecundada por la mano de Dios.

Poco a poco mi barriga empezó a crecer, parecía que cada centímetro se multiplicaba a la enésima pontencia, para ser equivalente al amor que sentía.

Pronto, nuevas facetas emergieron de mi ser, la mamá de Raquel también había nacido.

"Mi amor, Raquel, ¿me escuchas?, le decía cada día. Hoy vamos a escuchar la música de la Hermana Glenda". Todos los días le ponía melodías nuevas para que ella los reconociera con el tiempo.

Mi hija, como es todo amor, cuando estaba en mis entrañas, nunca me provocó grandes achaques, eso sí, tomó de mí toda mi energía y por mucho tiempo me sentí muy cansada. No en vano dos corazónes latían ahí dentro.

Raquel creció sin contratiempos, hasta que mi bolsa se rompió antes de tiempo y nuestra vida cambió para siempre.

Cambió cuando la escuchamos llorar, cambió cuando vi su carita por primera vez, cambió cuando pude tocarle sus piernitas y su pelo, cambió porque nada se compara con ver tu hija frente a vos. Nada.

Mi Pequeña Flor, aunque hayas partido físicamente tu amor no morirá. Tu papá y yo, y todos los que te aman, nunca dejarán que ese amor se apague. Vivirás por siempre y nos darás la energía para tejer, todos los días esta historia de amor. Te ama mamá.

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