domingo, 16 de agosto de 2009

Y pasó ese día...


El Día de las Madres pasó y no morí de tristeza. Decidimos pasar este día lejos de San José, en un apacible lugar en donde fuera más fácil reflexionar acerca de nuestra realidad sin Raquelita.

Y aunque el dolor siempre nos acompaña a donde quiera que vayamos, logramos trascender un poco la materialidad de la celebración, para darle paso a un nuevo significado del Día de las Mamás.

En la mañana salimos a caminar. Cuando te duele el alma, el contacto con el bosque, las aves y el viento fresco te aporta un sentido de la humanidad sencillo, transparente, tal cual deseas que sea tu vida. Mientras caminaba en cada cosa que veía, buscaba a Raquelita.

Ya hacia la tarde no pude sostener más el llanto y lloré a mi hija inesperadamente muerta, lloré a mi bebé a quien anhelaba dedicar el resto de mi vida, lloré por esos momentos que nunca viviremos, lloré porque la amo con todo mi corazón y no puedo tocarla...

Sin embargo, ayer pudimos sentir la presencia de Raquel en las nubes bajas que entraban por la puerta de la cabaña, en la mariposa que nos acompañó durante la cena, en la brisa fresca que llegó por la noche. ¡Mi princesa está en todas partes!

A Raquel le agradezco en este 16 de agosto, también Día de las Madres, haberme regalado un maravilloso sentimiento que me acompañará toda mi vida, el de sentirme mamá.



1 comentario:

Carol Garro dijo...

Felicidades mamá!

Tienes una parte tuya al lado de Dios, por eso es que aflora tal sensibilidad con cada elemento de Su creación.
Esa mariposa acompañándolos en el camino se ma hace más que simbólica, amiga, fue tu hija, revoloteando por ahí, tal y como lo seguirá haciendo a lo largo de tu vida y la de Ernesto.