martes, 30 de junio de 2009

Hace 30 años...

Ahora me doy cuenta que este sufrimiento que nos ha tocado vivir, ha estado en el mundo desde siempre y hasta ahora tocó nuestra puerta. En el libro "La muerte y los niños"de la Dra. Kubler Ross, se reproduce un poema de una madre que se recuperaba de la muerte de su pequeña hija Karin ocurrida en mayo de 1978.
Quiero reproducirlo en este blog, porque 31 años después, como si el dolor no conociera fronteras ni tiempo, siento lo mismo que esa madre, al tratar de recuperarme de la muerte de nuestra Raquel.
El poema es el siguiente:

Cuando sale el sol y comienza el día
pienso en ti.
Cuando estamos ocupados con nuestros importantísimos asuntos,
pienso en ti.
Cuando tenemos tanta prisa para ir a ningún sitio, demasiado ocupados para detenernos y oler una flor, escuchar el canto de un pájaro, sonreír a alguien,
pienso en ti. Karin, Karin,
siempre pienso en ti.
Te llamaría mi caramelo de tan dulce que eras. Quién iba a pensar que te vería morir. Te dije que eras la luz de mi vida, y ahora me siento en la oscuridad, tengo miedo y lloro.
Ayúdame, ayúdame a salir de la noche para que vuelva a ver la luz. Te vi quemada y dolorida en la cama del hospital y me senté a tu lado hasta tu muerte. Tus quemaduras me impedían tocarte; quería abrazarte, ¡cómo lo deseaba! Karin, tocaste mi alma y somos una. Sí, saltaste muy alto y ahora vuelas hacia el cielo. Cuando pases, hazme un guiño y nos saludaremos. Adiós, adiós, mi linda mariposa. Te quiere
Mamá.

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