jueves, 11 de junio de 2009

Hoy no hay consuelo

Cuando te dicen que tu hija murió, sentís como un golpe bajo en el estómago que te hace perder el aliento, todo se vuelve oscuro y empezás a buscar explicación a lo inexplicable. En la búsqueda de esas respuestas, superé mi miedo y llamé a la neonatóloga que atendió a Raquel en sus primeras horas de vida. Quería que me repitiera, una vez más, los esfuerzos que se hicieron por salvarle la vida a nuestra bebita, con el afán de volver a decirme que sí habíamos hecho absolutamente todo por ella.
Paso a paso, me repitió los procedimientos y los medicamentos que se le aplicaron y la forma tan insólita como ella iba retrocediendo en lugar de mejorar. Raquel parecía no tener suficientes armas en sus pulmones para ganarle la batalla a la muerte. Cuando la bebé fue enviada de la clínica al Hospital ya iba con un pronóstico muy reservado.
Tal como me lo dijo, el caso de nuestra hija parece hasta ahora inexplicable, tomando en cuenta que contaba con suficientes semanas de gestación como para sobrevivir y tenía buen peso, entre otras situaciones favorables.
Después de hablar con la Dra. lloré, lloré nuevamente, como lo he hecho cada día desde Raquel nació y enfermó. Tal parece que, el saber que hicimos todo lo que pudimos nunca será un consuelo para su ausencia.

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